Espacio de divulgación académico-científica en el área de Educación Superior dirigido por Dr. Fernando Pablo Nápoli
“ Las uvas viejas de un amor en el placard, son esas cosas que te están amortajando, haciendo una salvedad tu mente estará progresando, pero vas donde sonrisas te dan ,esos encapuchados de un mundo viejo, hoy tus uvas vas a tirar , credulidad”. Luis Alberto Spinetta.
Tal vez esta cita inicial, solo represente una mirada sobredimensionada, de uno de los aspectos centrales de nuestros procesos formativos, tal vez las uvas son lo promisorio de lo que pretendemos hacer cada día, forjar una mirada germinal sobre cada una de nuestras aulas, una voluntad de sentirnos tan infinitamente práctico en la enseñanza, que por eso somos profusamente teóricos en cada una de nuestras (supuestas, bien supuestas ,pantomimas de querer que otros aprendan algo)reverencias del conocimiento establecido.
Tu mente estará progresando!!!!!! Dice Luis, desde la poética, que no deja de ser un espacio tardíamente irresoluto en nuestra experiencia de educar, pero sin embargo algo nos hace más indefinidamente humanos desde alguna poética, el hecho de tirar aquellas uvas viejas, vestirnos sin el ropaje de lo que hemos dejado atrás, de lo que nos fue dado, pero hoy inusitadamente tiene otra forma posible
Eso puede llamarse aprender, eso puede llamarse proyectar una completud personal profundamente verosímil ,de cómo transformamos la información en aprendizaje, de cómo hemos resignificado el universo de contenidos que nos guiaron, de uvas viejas, pero sin encapuchados, con el rostro contra el viento, esos viento que nos hace reveladores el deseo profundo de sentir lo bien que nos hace aprender, sería bueno tirar hoy las uvas viejas, no por ser viejas, sino porque hemos adquirido una constelación de enriquecidos aspectos de nuestra propia practica docentes, sin capuchas de un mundo viejo.
El mundo viejo no tiene espacio de preeminencia en la academia, es sólo una referencia, precisamos de nosotros mismos,
con la mirada teórica bien arraigada en nuestras cosmovisiones, para escalonar el camino apenas construido desde el siglo XIII en la academia, siempre mirando con demasiados ojos la inclusión de los que nunca pudieron compartir esta experiencia, porque históricamente nunca cruzaron la frontera de este placer de plasmar una idea para compartirla con otros.