Espacio de divulgación académico-científica en el área de Educación Superior dirigido por Dr. Fernando Pablo Nápoli
3 de agosto de 2014. El Dr. Augusto Peréz Lindo y el Dr. Fernando Nápoli en los preparativos de un «almuerzo académico».
Siempre que pensamos en la práctica docente, lamentablemente, se nos precipitan imágenes relativas al resultado de la misma, tal vez la influencia potente post los noventa marcó la forma de mirarnos: El resultado.
¿Debemos pensar solo nuestra práctica en términos medidos por resultados cuantitativos? ¿Acaso la propia práctica no debemos valorarla como proceso? ¿Será que estamos más pendientes de los datos acerca de la percepción que los otros actores tienen sobre el hacer cotidiano que desplegamos en cada clase? ¿Somos plenamente críticos del ejercicio de crecer en cada curso? ¿Es posible que las tramas institucionales nos condiciones para dejar de ser lo que queremos ser en el acto intentar enseñar?
Demasiadas preguntas, pero no por cuantiosas menos necesarias y suficientes para mirarnos en la profesión de enseñar e investigar.
Convengamos algo, más allá de lo que nos interpela en el juego institucional, entendamos ciertamente que la práctica docente es un proceso, no un resultado, un proceso multinterviniente de factores, intra-extra concepciones, ideas, metodología, técnicas, recursos y por sobre todo honestidades.
Honestidades con relación al que aprende, al que intenta enseñar, al que investiga , al que gestiona, y al que nos informa desde la tabula establecida lo que para el sistemas somos o debemos ser.
Proceso, si ,concepto magno para entender lo humano, elaboración, cocina intima de los ingredientes más sagrados y perdurable de lo humano educándose, cocción de los propios nutrientes que son perdonando la metáfora culinaria, algo que jamás puede hacerse con una receta, no hay recetas para crecer con los demás en la educación, no ya recetas para ver como en lo implacable del tiempo pasaron por nuestras aulas generaciones que con certeza fueron educadas desde lo más sensato que hemos podido brindarles.
Los números son lindos en la eficiencia de conceptos tradicionales de la administración educacional, pero poca cosa, cuando trabajamos para alumbrar la gestión académica desde una perspectiva, que parece más chiquita, pero se elabora en la cocina cotidiana, cada vez que entramos a un aula.